Entrenar, cada día, esfuerzo, sentirse bien, luchar… resistencia. Hyrox me ha dado muchas cosas; sensaciones olvidadas, perdidas, ocultas, desconocidas.
Creo que muchos sabéis que practico Hyrox. Otra pasión; ¿otra locura? Todo empezó como un reto; luchar contra uno mismo, mejorar, subir peldaños. Y Bilbao 2024 hizo estallar todo. Una gran carrera, trampolín para un mundial. Vivir un mundial es volarte la cabeza. Siempre he pertenecido al pelotón de cola; y de repente cola de león. Tras esa experiencia, nada lo vives igual. Y preparamos Madrid octubre 2024 a tope; llegamos físicamente bien, muy bien. Pero la cabeza lleva su ritmo, su vida, sus movidas. Y está pensando en Chicago (sede del Mundial 2025), en mejorar mi marca personal, pero sobre todo en luchar por clasificar. Y dos días antes los castillos de naipes son derribados; en mi grupo de edad, 55-59 años, en categoría OPEN, no hay slot (plaza clasificatoria) para el Mundial. La parte consciente intenta luchar contra el golpe, buscar la motivación donde siempre estuvo y debe estar, pero el subconsciente es tremendamente autónomo, libre, realista, quizá la parte más TÚ de nuestro ser. Y sigue rayado en no conseguir billete para el Mundial. Dia de la prueba; la mente no va, el cuerpo lo nota. Tiramos de tripas, de corazón… hasta que las dos rodillas empiezan a gritar, los músculos que les dan soporte vital encienden las alarmas… Acabamos como podemos, con una sensación de derrota, pesimismo emocional.
Dos meses sin trabajar tren inferior; recuperar tendones que fortalecen y sujetan las rodillas, básicamente la izquierda. Empezamos a correr y a trabajar de nuevo, en enero, con vistas al Europeo de finales de febrero, en Viena. Y llegado el momento, pasado sábado 22 febrero, la mente ha cambiado su discurso; no hay presión, ni de tiempos a realizar, ni de objetivos clasificatorios, ni de cajones ni de pódiums. Corremos para disfrutar, para sentir, para vivir, para retarse interiormente, personalmente, otra prueba, vivir el momento. Sensaciones… y comprobar cómo responde el cuerpo, las piernas… y la cabeza.No es un discurso impuesto, es el mensaje que envía mi subconsciente.
El poder de la mente; correr con alegría, hacer cada prueba sin presión; sentir que vas fluyendo, apretando y a la vez controlando, porque sales de una lesión y no sabes dónde puede saltar la alarma. Pero sobre todo disfrutar, sufrimiento que genera endorfinas. Terminar con un gran tiempo, con unas sensaciones subjetivas enormes y sin síntomas de la lesión. Vivir el Mundial fue algo único; como me dijo en aquellos días Gon, el Mister, “coge ese tren porque igual no vuelve a pasar”; y allí estuvimos, en Niza. Pero el trabajo mental, de cada dia, de cada entreno, debe ir enfocado a gozar del momento, a competir por sentir el momento, a sufrir por saborear del momento.
Cuando la mente está despejada, sin nubarrones que emborronen el cielo azul del disfrute, cada segundo de esfuerzo se convierte en un paso más hacia el deleie del sufrimiento. Porque la herida es el lugar por donde penetra la luz.