Feriantes

Empezó el año; empezaron las ferias, los saraos en torno al vino. De todos los colores y sabores. ¿Por qué asistimos? ¿Qué buscamos? ¿Y el organizador, cúales son sus motivaciones? Ferias que castigan nuestros miserables bolsillos; los gastos siempre sobre las espaldas del productor. Ponemos la orquesta, los instrumentos y pagamos todas las rondas. ¿Habría que cambiar esta forma de funcionar? En este universo de economías quebradas buscamos alimentar nuestra resistencia; encontrar compradores, descubrir apuestas serias, duraderas que prolonguen nuestro sueño.

Alimentan nuestro ego los halagos, las bonitas palabras; aunque habitualmente siempre nos encontramos a los mismos amigos, con sus adorables gestos, que nos hacen engordar de manera momentánea. Pero nuestra necesidad es vender, soportar esta locura durante algunos meses más. Y en ese sentido Fenavin sigue marcando el ritmo. Vamos a vender. Nos vemos, compartimos, noches de chascarrillos, vinos, botellas y compartir desdichas. Posiblemente BWW, en sus últimas ediciones, esté aportando también vitalidad a nuestro insufrible devenir. Y luego vamos dejando nuestra vida en otras ferias, aleteadas de compromiso con la causa, ambiente festivo, placentero, cliente final que nos vamos cruzando en el camino y que se van tornando en amigos… alimento para el alma, hambruna para la resistencia.

¿Deberíamos abandonar la trasnochada puesta en escena de mesita, palabrería y relleno de copas? ¿Seremos capaces, algún día, de ser imaginativos para organizar saraos chulos, provocativos, divertidos?